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Niños pequeños, gran estrés: Cómo ayudar a los niños a sobrellevar situaciones

13 min read  |  agosto 10, 2023  | 
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Cuando los padres le preguntan a la psicóloga infantil Abigail Peskin, Ph.D. cómo calmar a un niño tempestuoso que tiene una rabieta épica, ofrece una analogía.

“Imagina la última vez que lloraste. Si tratara de enseñarte álgebra en ese momento, no podrías aprender nada. Para un niño, ese es el nivel de dificultad que tiene aprender durante una rabieta. Por eso, lo ideal es enseñar habilidades de afrontamiento fuera de la rabieta”.

La Dra. Peskin enseña Terapia de interacción entre padres e hijos (PCIT) en el Mailman Center for Child Development (MCCD), parte del University of Miami Health System.

Establezca expectativas realistas para tratar con su hijo.

Ser padre de niños de tres a nueve años es más fácil si sabe administrar sus expectativas. La Dra. Peskin recomienda aprender qué acciones son apropiadas para el desarrollo de cada edad.

“Algunos padres tienen una mejor idea de lo que es típico del desarrollo si han visto a su hijo interactuar con otros niños de su edad. Puede ser más difícil para los padres con varios hijos cuando cada uno es tan diferente del otro. Un niño quizá puede calmarse a sí mismo a los dos años, mientras que su hermano puede no tener la misma capacidad”.

Ella ofrece “apoyo psicosocial” para ayudar a las familias a superar estos desafíos.

Con el fin de abordar los problemas de comportamiento, podría preguntar: “¿Cuánto tiempo permanece molesto tu hijo?”. Cuando habla de los niños en edad preescolar, enfatiza sus limitadas habilidades de comunicación: “Tu hijo está diciendo tres palabras en este momento. Las rabietas son normales”.

Lágrimas, rabietas y signos más sutiles de estrés

¿Cómo saber cuándo un niño con un vocabulario limitado o falta de madurez emocional está estresado? El llanto y las rabietas de los niños pequeños son evidentes; otros signos de expresión emocional pueden ser más sutiles:

Cambio en el comportamiento. Si su hijo alegre y de naturaleza dulce de repente se vuelve agresivo o si su hija extrovertida se vuelve callada y tímida, hágales preguntas abiertas a ellos y a su cuidador o docente. ¿Qué provocó este cambio?

Comportamiento exagerado. Un niño enérgico que se vuelve “demasiado tonto” puede estar muy cansado. El entusiasmo juvenil es una cosa, el comportamiento hiperactivo o frenético puede indicar estrés físico o emocional.

Aislamiento. Un joven sociable que se aleja de sus actividades y rutinas normales sin una razón clara es motivo de preocupación.

Lloriqueo. La pesadilla de la paternidad, el lloriqueo podría indicar tensión o ansiedad.

Comportamiento físico. “Usar palabras consume energía cuando estás estresado; algunos niños se vuelven más físicos y comienzan a golpear”, explica la Dra. Peskin.

Cansancio. Los ojos son las ventanas del alma. Un niño normalmente vivaz cuyos ojos se ven cansados podría estar pasando por un momento difícil o necesitar descansar y recuperarse.

Problemas de sueño. “Si todo lo demás es constante y surgen problemas para dormir, podría deberse al estrés”, indica la Dra. Peskin. Si bien no es fácil, los pequeños se benefician de la rutina y un horario regular de sueño y vigilia. Quedarse dormido frente a la televisión u otras pantallas genera una mala higiene del sueño, tanto ahora como más adelante en la vida.

El crecimiento y los arrebatos: ¿cómo afrontar una rabieta?

Las rabietas pueden tener múltiples objetivos, explica la Dra. Peskin.

“A veces el niño busca atención o quiere algo”.

Es un escenario muy común: Está comprando comestibles y su hijo o hija ve un juguete sin el que no puede vivir. Usted se niega, y se producen lágrimas y gritos ensordecedores. Si el colapso no cede, la Dra. Peskin sugiere decir con calma: “Vamos a dejar de comprar e irnos a casa ahora” y cumplir la promesa.

“No recomiendo enseñar nuevas estrategias de afrontamiento durante una rabieta”, dice la Dra. Peskin.

¿Qué pasa si no hay comida en casa y usted es un padre o una madre soltero(a) sin presupuesto para la entrega a domicilio, por lo que no puede salir de la tienda sin las compras?

“Si no puede ignorar hasta el final de la rabieta, obtenga el juguete de inmediato, no espere 45 minutos”, sugiere. “El peor enfoque es ceder después de que un niño llora durante 45 minutos. Eso le enseña que, si se enfada lo suficiente, obtendrá lo que quiere y, como resultado, las rabietas serán cada vez más largas”.

Cuando los niños exigen atención, hay formas de llegar a ellos, incluso cuando van de compras. Según la edad, podría jugar al “Veo, veo”, pidiéndoles que señalen colores o formas mientras recorren la tienda o simplemente entablar una conversación con ellos. Sí, esto le distrae de su objetivo principal de entrar y salir de la tienda, pero hace que su hijo se sienta tenido en cuenta e incluido. Y llegará un momento en que tener una conversación con su pequeño parezca un recuerdo lejano. Solo pregúntale a los padres de adolescentes.

¿Cuándo deberían los niños dejar de hacer rabietas?

“Si no hay problemas neurológicos y el niño tiene un nivel cognitivo promedio, las rabietas alrededor de los ocho o nueve años son una preocupación”, indica la Dra. Peskin.

Si su hijo de ocho o nueve años depende de los arrebatos para conseguir lo que quiere, hable con su pediatra para descartar causas físicas subyacentes y, si es necesario, hacer un seguimiento con un psicólogo infantil.

Técnicas simples para calmarse a sí mismos

“La investigación nos dice que hay tres formas distintas de enseñar a los niños a responder a las emociones”, dice la Dra. Peskin. “Se trata de las enseñanzas explícitas, las demostraciones y cómo los padres responden a las emociones de sus hijos”.

En el caso de la enseñanza explícita, mantenga la calma. Podría decir: “Está bien que te enojes, pero golpear no está bien. Hagamos esto en cambio.

La alternativa podría ser golpear una almohada. Los niños pequeños también responden a las indicaciones visuales. Para detener su comportamiento, enséñele a respirar profundamente mientras levanta los brazos por encima de la cabeza, luego suelte el aire mientras baja los brazos, de forma similar a un salto de tijera. También podría decir: “Huele las flores, ahora apaga las velas”, mientras ejemplifica una inhalación y exhalación profundas.

Tensar y relajar los músculos le enseña al cuerpo a relajarse. Dígale a su hijo que apriete los puños como si estuviera exprimiendo un limón, luego libere la tensión imitando una cara de un león.

Algunos preescolares, explica la Dra. Peskin, tienen un “rincón acogedor” donde los niños aprenden a liberar emociones cantando o escuchando una canción, participando en actividades físicas como saltos o jugando con ayudas visuales que enseñan sobre los sentimientos. Puede crear un rincón acogedor en casa, donde haya juguetes y artículos reconfortantes, como un osito de peluche, una pelota antiestrés o una manta suave. La Dra. Peskin recuerda a un niño que no dejaba de meterse en problemas por empujar a sus amigos. En su clínica, encontró una salida para su frustración empujándose contra una pared pintada con huellas de manos.

Algunas veces, las soluciones para eliminar el estrés son sorprendentemente simples:

  • Tiempo de juego activo al aire libre
  • Tiempo a solas con los padres
  • Escucha activa al niño
  • Tiempo de silencio
  • Expresión de sentimientos a través del arte: pintar, dibujar, trabajar con arcilla
  • Horario de comidas, refrigerios y sueño regulares

Usar el “tiempo fuera” con eficacia

“Al igual que muchas estrategias disciplinarias, la técnica del tiempo fuera se puede aplicar incorrectamente con consecuencias negativas”, explica la Dra. Peskin.

“Úsela cuando esté tranquilo en lugar de gritar: ‘¡Tiempo fuera!’”

Ella afirma que las pausas positivas existen en un sistema de “consecuencias planificadas” en lugar de ser una reacción que el niño no espera.

Cuando el niño esté tranquilo y se comporte apropiadamente, puede ofrecerle elogios verbales. “Estás escuchando y jugando muy bien ahora. La próxima vez que no escuches, se aplicará el tiempo fuera”, o “Si golpeas a tu hermano, habrá tiempo fuera”.

Cuando el comportamiento inaceptable reaparece, siga adelante. “PCIT enseña que el tiempo fuera es una pausa en un lugar aislado que resulta importante para la regulación emocional. Ayuda a calmar al niño. No finalice el tiempo fuera hasta que su hijo esté en silencio durante al menos cinco segundos”, explica la Dra. Peskin.

El poder de las palabras

Con el tiempo, incluso los niños pequeños pueden desarrollar un vocabulario emocional. “Hable de las emociones en su hogar. Lea libros apropiados para su edad sobre sentimientos y vea programas de televisión como Bluey o Daniel Tiger”, sugiere la Dra. Peskin. Mire estos programas con su niño pequeño para desarrollar un lenguaje compartido sobre los sentimientos.

“Etiquetar” las emociones genera comprensión, como en este ejemplo: “Me entristece que se nos pinche un neumático, porque significa que no podemos ir a la biblioteca hoy” o “Te vi pisar fuerte. Parece que estás molesto”. Hablando de etiquetas, “molesto” es un buen “término global”, porque evita asumir que el estado de ánimo es enojo cuando podría ser algo completamente diferente.

Felicitar a los niños por su buena conducta es un refuerzo positivo y puede funcionar en situaciones estresantes, por ejemplo: “Parece que estás enojado, pero estás haciendo un buen trabajo manteniéndote en calma” o “Parece que estás tímido hoy. A veces también me siento así”. Por el contrario, evite las etiquetas negativas.

Un niño al que se le etiqueta como un “niño enojado” puede estar a la altura de ese título.

Etiquete las emociones como un estado, no como un rasgo.

Dra. Peskin

La mayoría de los niños son muy observadores. Si está en público y su hijo ve a otro niño llorando, es un momento de aprendizaje, asegura la Dra. Peskin.

“Los niños suelen tener mucho que decir sobre estas situaciones. Podría decir: ‘Veo que estás mirando a ese niño que llora. Parece que se siente triste por algo’”.

Hablar de ello (a una distancia respetuosa) ayuda a desarrollar la empatía y la inteligencia emocional.

La negación no sirve

Negar los sentimientos, los suyos propios o los de su hijo, genera confusión y suprime la expresión saludable. Si grita con el rostro enrojecido “¡No estoy enojado!” mientras el niño rompe su teléfono, está indicando que los sentimientos fuertes son inaceptables.

“Estoy enojado y no puedo hablar de eso en este momento” le da tiempo para recomponerse antes de hablar sobre el incidente. Del mismo modo, decirle a un niño: “¡No tienes nada por lo que estar triste!” invalida sus sentimientos.

Por incómodo que pueda ser confrontar los sentimientos, genera resiliencia. Cuando un compañero de juegos le quita un juguete a otro, algunos niños piensan: “Se llevó mi juguete, así que me iré”.

La Dra. Peskin desafía a los padres para que consideren lo siguiente: “¿Qué pasaría si su hijo le dijera a su compañero de juegos cómo se sintió cuando le quitaron el juguete y pidió amablemente que se le devolviera? Cuanto más lo haga, menos aterrador será. Negarse a actuar en función del factor estresante e irse en lugar de lidiar con la situación puede convertirse en un patrón de por vida”.

Ella aconseja, sin embargo, enseñar según el ritmo de su hijo y no insistir en que use un estilo de afrontamiento específico; en su lugar, use aquello que le resulte relajante. Después de un día duro en la escuela, eso podría significar patear una pelota en el patio o acurrucarse con una manta y un libro.

¿Cuándo debe buscar ayuda externa para estos comportamientos?

“Se trata más de lo que puede afrontar. Los padres no deben sentirse abrumados a diario sobre cómo ayudar a sus hijos a manejar las emociones. Hay personas que pueden ayudar”, indica la Dra. Peskin.

Otras situaciones que se benefician de la ayuda profesional son las siguientes:

  • Los padres usan estrategias sólidas y consistentes, pero los problemas continúan.
  • La escuela llama con inquietudes en forma periódica.
  • El nivel de estrés del niño es tan intenso que no puede jugar con los demás.
  • El niño no puede calmarse solo. “A menudo, podemos redirigir al niño a otra actividad, incluso si está teniendo una rabieta. Si el niño siempre depende de otra persona para calmarse y no tiene estrategias de afrontamiento independientes, esto podría ser un problema”. Si bien este comportamiento se ve influenciado por la edad, hable con su pediatra o con un experto en comportamiento infantil si tiene inquietudes.
  • Incapacidad para regularse: un niño que llora o tiene rabietas hasta que se queda dormido por el agotamiento pueden beneficiarse si consulta a un terapeuta infantil.

Si sigue encontrando obstáculos, es necesario buscar ayuda.

Algunos niños tienen dificultades emocionales y no es su culpa, sino que se deben a razones neurológicas o del desarrollo. Aprender a aceptar las emociones en todo su esplendor, ya sea esperanzador o frustrante, puede llevar toda una vida. Darles a sus hijos un buen comienzo ayuda a amortiguar los baches del camino.


Nancy Moreland suele colaborar con UHealth Collective. Escribió artículos para numerosos y reconocidos sistemas de atención médica y para los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (Centers for Disease Control and Prevention, CDC). Sus artículos también aparecen en Chicago Tribune y US News & World Report.


Lecturas recomendadas por la Dra. Peskin para ayudar a los niños a aprender sobre las emociones y cómo afrontarlas:

  • Shy Spaghetti and Excited Eggs: A Kid’s Menu of Feelings
  • Serie The Way I Feel
  • The Mindful Tots Board Books

Tags: comportamiento deseable, comportamientos no deseados, distraer a su hijo, Dra. Abigail Peskin, sentido de control

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