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El vínculo entre el intestino y el cerebro: somos lo que comemos 

5 min read  |  abril 06, 2022  | 
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Ese viejo adagio —somos lo que comemos— está demostrando ser más acertado de lo que se creía.

Una cantidad creciente de bibliografía médica relaciona las bacterias que habitan nuestro intestino con muchas de nuestras funciones cerebrales. En un estudio reciente, publicado en JAMA Neurology, se vincula a nuestro microbioma intestinal con la función cognitiva.

A Michele Marrero Alfonso, M.D., neuróloga de University of Miami Health System, estos hallazgos no la sorprenden. Ella hace hincapié en investigaciones anteriores que demuestran cómo nuestro sistema digestivo puede tener una influencia enorme en el resto del cuerpo.

“Este estudio confirma en parte algo que ya sabemos, pero es diferente”, explica la Dra. Marrero Alfonso. “La muestra es más diversa”. También es la primera vez que dicha evidencia se recopila en un entorno del mundo real.

Los investigadores examinaron los datos recopilados para el estudio Desarrollo del Riesgo Arterial Coronario en Adultos Jóvenes (Coronary Artery Risk Development in Young Adult, CARDIA) 2015-16. Este importante programa transversal incluyó a 3,358 participantes blancos y negros que vivían en cuatro áreas urbanas. A todos se les ofrecieron pruebas cognitivas como parte del estudio, y 3,124 completaron al menos una evaluación. Luego, el equipo de investigación reclutó a 615 de esos adultos para un subestudio del microbioma, que incluyó la realización de seis pruebas cognitivas y la secuenciación de ADN de una muestra de heces.

Además, los investigadores tuvieron en cuenta las variables socioeconómicas, como el tabaquismo, la actividad física, la alimentación y los medicamentos, todas las variables que pueden afectar el funcionamiento de nuestro cerebro y la composición de nuestra microbiota intestinal.

El equipo también realizó ajustes por comorbilidades, como hipertensión y diabetes.

Más importante aún, el estudio brinda esperanza a neurólogos, como la Dra. Marrero Alfonso, que se especializa en trastornos cognitivos y de la memoria y prevé un aluvión de casos a medida que la población envejece.

“Sabemos que la incidencia y prevalencia de la demencia aumenta rápidamente y se prevé que llegue casi al triple para 2050”, agrega. “En este momento, el tratamiento es limitado, por lo que hay mucho interés en la prevención. Una de esas áreas implica mejorar la nutrición”.

Actualmente, los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades estiman que alrededor de 6 millones de estadounidenses tienen Alzheimer, la forma más común de demencia. En los Estados Unidos, los grupos minoritarios soportan una carga mayor. Entre los hispanos, se prevé que los casos aumentarán siete veces con respecto a las estimaciones actuales; entre los afroamericanos, el total de casos será cuatro veces mayor.

Dos tercios de los estadounidenses mayores de 65 años con demencia tipo Alzheimer son mujeres.

El estudio de JAMA Neurology, así como futuras investigaciones, podrían apuntar a una mayor prevención, así como a diagnósticos más tempranos. Por ejemplo, tres bacterias (Barnesiella, Lachnospiraceae y Akkermansia) tuvieron una asociación positiva con las calificaciones de las pruebas cognitivas, mientras que la bacteria Sutterella pareció generar puntuaciones más bajas en una prueba de evaluación.

Este es el tipo de información que los profesionales de la salud podrían usar para lograr mejores tratamientos.

Pero la Dra. Marrero Alfonso advierte que las personas de mediana edad y mayores no deben apresurarse al buscar suplementos que incluyan bacterias “buenas”.

“Les digo a mis pacientes que ningún suplemento hará todo el trabajo”, afirma. “Aún queda mucho por investigar”.

Mientras tanto, existen factores de riesgo modificables que puede controlar. Estas son algunas de sus sugerencias:

Controle su salud vascular.

“Todo aquello que dañe los vasos sanguíneos (presión arterial, diabetes, colesterol alto) afecta el cerebro, porque disminuye el flujo de sangre hacia él”, explica la Dra. Marrero Alfonso. (La demencia vascular es el segundo tipo de demencia más común después del Alzheimer).

¡Haga ejercicio!

Los estudios en adultos de mediana edad y mayores han demostrado repetidamente que el ejercicio aeróbico (ejercicio que aumenta el ritmo cardíaco) permite mejorar el razonamiento y la memoria.

Siga una dieta nutritiva.

La Dra. Marrero Alfonso recomienda la dieta DASH y la dieta MIND.

El plan DASH (Enfoques Dietéticos para Detener la Hipertensión) es abundante en frutas, verduras, cereales integrales y productos lácteos bajos en grasa, pero limita los alimentos y bebidas azucarados, las carnes rojas y las grasas agregadas.

La dieta MIND (Intervención Mediterránea para el Retraso Neurodegenerativo) es similar. Desaconseja el consumo de productos de pastelería y los dulces, las frituras y el queso, al tiempo que fomenta las verduras de hojas verdes, los frijoles, las bayas y el aceite de oliva como principal aceite para cocinar.

Duerma bien.

Los estudios demuestran que la falta de sueño está relacionada con una mayor probabilidad de desarrollar demencia.

Manténgase socialmente activo.

“La interacción social es buena para la salud del cerebro, a cualquier edad”, indica la Dra. Marrero Alfonso. Un estudio de 2018 demostró que solo una hora de socialización puede reducir significativamente los niveles de agitación en personas con demencia.

Nunca deje de aprender.

Los niveles más altos de educación proporcionan reservas cognitivas.


Ana Veciana author

Ana Veciana-Suarez, columnista invitada

Ana colabora de forma habitual con University of Miami Health System. Es una autora y periodista reconocida que trabajó en The Miami Herald, The Miami News y The Palm Beach Post. Visite su sitio web en anavecianasuarez.com o sígala en Twitter: @AnaVeciana.

Tags: Dra. Michele Marrero Alfonso, intestino, neuróloga, salud intestinal y cerebral

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