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¿Es posible tener discusiones sanas?

11 min read  |  octubre 10, 2022  | 
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¿Ha discutido con familiares o amigos durante un momento de furia y se cansó y estresó tanto que apenas podía organizar sus pensamientos?

¿Alguna vez ha discutido sobre política con alguien que sabía que nunca iba a cambiar de opinión?

¿Qué me cuenta de dar portazos, arrojar objetos o, incluso, golpear a alguien con bronca? 

Si es así, no es el único.

“No nos enseñan a tener discusiones sanas. Sin embargo, sabemos lo importante que es la inteligencia emocional y el peso que tienen las discusiones en todos”, afirma Elisa Diaz, Psy.D., psicóloga del University of Miami Health System.

Aprender e implementar las habilidades que conllevan las discusiones sanas puede marcar la diferencia entre las relaciones que florecen y las que se marchitan o mueren.

¿Va por todo?

“Cuando pienso en cómo tener discusiones sanas, lo primero que hago es recurrir a la palabra ‘eficaz’”, afirma. “Si está discutiendo, lo que intenta decir tiene un fin. Casi todo el mundo puede aprender a usar con frecuencia ciertas habilidades que forman parte de una comunicación eficaz”.

No todas las discusiones terminan con una solución clara ni con el acuerdo de ambas partes. “Si no se puede llegar a un acuerdo y el tema no es tan importante, no pasa nada por terminar la discusión aceptando no estar de acuerdo”, afirma la Dra. Diaz.

A veces, tiene que elegir entre “ganar” una discusión y seguir teniendo una relación.

Las experiencias de la infancia pueden crear expectativas.

Las maneras de pelear y nuestra capacidad de autocontrol reflejan la forma en que, cuando éramos niños, observábamos las peleas de nuestras familias de origen.

Tal vez sus padres gritaban y daban portazos, mientras que la familia de su pareja evitaba los enfrentamientos exagerados.

Otros problemas de comunicación familiar incluyen los siguientes:

  • guardar rencores;
  • guardar secretos;
  • asignar la culpa;
  • optar por ignorar a una persona;
  • amenazar;
  • herir a una persona.

También es problemático que una persona considere que otra es “mala” en lugar de hablar con ella sobre lo que dijo o hizo que le pareció “malo”.

“Los modales de comunicación que adquirió en su hogar cuando era joven pueden ejercer mucha influencia en los que usa como adulto”, afirma la Dra. Diaz. Esos modales pueden afectar la forma de discutir con la pareja, los familiares, los amigos, los vecinos y los compañeros de trabajo.

¿Qué se considera un comportamiento normal en las peleas?

Si sus padres gritaban mucho, puede que los gritos le parezcan normales. Si bien su infancia puede marcar las expectativas, puede elegir qué comportamiento quiere tener en su propio hogar.

 “Las personas pueden superar las experiencias de la infancia y las barreras a la comunicación sana que hayan presenciado”, afirma la Dra. Diaz. “No obstante, puede costar mucho esfuerzo porque gran parte de lo que nos moldea como adultos es el condicionamiento y los modelos de conducta que tuvimos de niños”.

Si sus padres o cuidadores practicaban formas poco sanas de discutir, la clave es sustituir esos modales por hábitos mejores y más adaptativos.

Aparte de las personas que padecen ciertos trastornos de la personalidad, que no son frecuentes, la mayoría puede aprender maneras razonables de tener discusiones sanas.

Recapacite antes de entrar en acción.

“Si va a discutir con alguien, primero haga una introspección”, afirma la Dra. Diaz.

En primer lugar, decida si vale la pena mantener esta difícil discusión. La Dra. Diaz le recomienda hacerse estas preguntas básicas:

  • ¿Qué importancia tiene este tema para usted?
  • ¿Qué importancia tiene esta persona y esta relación?

“Si se mete en una discusión sobre política y no le importa tanto, ¿para qué molestarse? Si no le importa, olvídese”, afirma.

Además, controle su estado de ánimo.

“Si siente furia y piensa que lo que dice es palabra santa, se trata de una bomba que está a punto de arrojar en la otra persona”, afirma.

Puede tener sentido dejarlo para otro momento.

Dos personas pueden concertar una cita para tener una conversación seria.

“Compruébelo por su cuenta. Si no puede mantener una discusión en un momento determinado, puede decirle a la otra persona que hablará al respecto al día siguiente o en otro momento mejor”, afirma la Dra. Diaz. “Luego, cumpla ese compromiso”.

Tenga en cuenta el punto de vista de la otra persona.

Es importante darse cuenta de que sus ideas sobre una situación que le molesta solo reflejan su perspectiva. Su opinión sobre el asunto puede no reflejar la realidad de la otra persona.

Por ejemplo, supongamos que llega a su hogar por la noche y ve que su pareja o compañero de piso ha dejado los platos sucios del desayuno en el fregadero, cuando esperaba que los lavara.

Puede que sienta que la otra persona es perezosa o no le importa, pero, tal vez, estaba ocupada o tenía algo más que hacer y no tuvo tiempo de limpiar.

Dra. Diaz

Sin embargo, si alguien se comporta de una manera que le molesta, es mejor hablar sobre el problema con esa persona antes de que se enfurezca.

“Hay una diferencia entre elegir las batallas y evitar conversaciones importantes y necesarias”, afirma. “Hay que tener un buen nivel de asertividad para no evitarlas”.

Consejos para calmar los ánimos.

La Dra. Diaz recomienda asignar un número del 1 al 10 para medir el grado de enojo.

“Si su grado de enojo se ubica en el extremo superior, quizá sea mejor dar un paseo al aire libre y respirar profundamente antes de hablar con la otra persona”, afirma.

También recomienda indagar por qué se siente así con la otra persona. Pregúntese: “¿Por qué me molesta tanto cada vez que hace algo así?” Reflexione sobre las respuestas, afirma la Dra. Diaz.

Evite caer en una idea común que muchas personas tienen sobre las discusiones: que la otra persona va a cambiar.

“Podemos pensar que las otras personas están equivocadas y tienen que cambiar, pero, la mayoría de las veces, no lo logramos”, afirma.

No posponga demasiado las conversaciones difíciles.

A veces, las personas toleran la conducta hiriente de otra persona durante meses o años porque le parece demasiado difícil enfrentarse a ella. Luego, tienen un arrebato de ira en algún momento en el que estallan.

 “Si está molesto con alguien desde hace tiempo, pero no lo enfrenta, con la ayuda de un consejero profesional, puede abordar el problema y expresar las ideas de una manera que no sea demasiado condenatoria ni hiriente”, afirma.

En las discusiones, evite escuchar de manera pasiva.

¿Se considera bueno a la hora de escuchar? Muchas personas caen en el hábito de la escucha pasiva, que, en realidad, no es “escuchar” en absoluto.

Si escucha de forma pasiva, espera a que la otra persona termine de hablar para poder decir lo que quería decir en todo momento, sin procesar las ideas ni los sentimientos que la otra persona intenta expresar.

“La escucha pasiva es cuando escucha a la persona, pero, en realidad, no le presta atención, sino que oye murmullos”, afirma la Dra. Diaz.

Adopte habilidades de escucha activa.

“Cuando se practican las técnicas de escucha activa, se escucha con atención para poder parafrasear o reformular lo que la otra persona acaba de decir”, afirma la Dra. Diaz.

Es importante parafrasear, dice, porque, cuando se hace, se comprueba que ha entendido lo que la otra persona decía. Resulta tranquilizador y calmante para la persona con la que se discute sentirse escuchada e, incluso, comprendida.

La escucha activa también contrarresta las suposiciones que pueda haber hecho sobre cómo se siente la otra persona o lo que está pensando.

“Las suposiciones son frecuentes. Parafrasear es una forma de confirmar o aclarar que entiende lo que la otra persona quiere decir”, afirma la Dra. Diaz.

Además, limítese a los mensajes en primera persona que expresan sus sentimientos y necesidades (“me ofende que atienda las llamadas durante nuestras citas para tomar café”). Por otro lado, evite los mensajes acusadores en segunda persona (“es poco cortés que siempre atienda las llamadas durante nuestras visitas”). 

Elija con cuidado dónde y cuándo participar.

Discuta en privado. “Si una pareja va a discutir, no conviene hacerlo delante de la familia, los amigos o los niños”, afirma la Dra. Diaz.

Si tiene un desacuerdo importante con un amigo, hable con él en privado, lejos de otros amigos.

Tenga cuidado con lo que dice.

“Para tener discusiones sanas, debe pensar en su comunicación verbal y no verbal”, dice el Dra. Diaz. “La comunicación verbal involucra no solo las palabras que elige, sino también el tono, el volumen y el timbre de voz, que le dan matiz a lo que dice”.

Algunas palabras suenan más crueles que otras.

“Tiene que tener cuidado con la forma en que transmite el mensaje”.

Situación hipotética: Supongamos que está discutiendo con su compañero de piso porque hace mucho ruido por la noche y no puede dormir.

Podría desatar una batalla con una frase como: “¡No me deja dormir por la noche con tanto ruido!”.

O podría ser más amable: “No espero un silencio total por la noche, pero ¿podría usar audífonos después de las 10 para que pueda dormir?”.

“Por muy importantes que sean las palabras correctas, la mayor parte del mensaje proviene de las señales no verbales”, dice la Dra. Diaz. Su postura, sus movimientos y sus gestos pueden hacer que la conversación se convierta rápidamente en una batalla o en un intento sincero de encontrar un terreno común.

Piense en su estrés.

¿Suele sentirse irritado por el comportamiento de sus amigos, compañeros de trabajo o familiares? ¿Se queda pensando en ello? ¿Suele tener desacuerdos intensos con otras personas? Este tipo de tendencias pueden afectar su salud.

“Si tiene muchas discusiones y se le hace difícil controlarse a usted mismo y sus relaciones, estresa mucho su mente y su cuerpo”, afirma. “Este tipo de conductas pueden aumentar sus niveles de cortisol, que pueden perjudicar su salud en general”.

Es posible que quiera buscar asesoramiento para hallar una manera de abordar su tendencia a sentir molestia y enojo con tanta regularidad.

¿Cómo puede perjudicarlo el exceso de cortisol?

El cortisol producido por las glándulas suprarrenales, en la parte superior de los riñones, es nuestra principal hormona del estrés. Entre sus funciones está la de controlar la presión arterial y aumentar la energía cuando tenemos estrés. Esto es positivo cuando se trata de factores estresantes de corta duración, como evitar a un perro que gruñe.

No obstante, si los factores estresantes duran mucho y son constantes, como enojarse con alguien, los niveles de cortisol no bajarán al corto plazo, lo que puede interrumpir la capacidad del cuerpo a la hora de controlar algunas funciones básicas.

“Tener demasiado cortisol en el sistema durante demasiado tiempo puede provocar muchos problemas físicos”, explica la Dra. Diaz.

Entre estos, se incluyen los siguientes:

  • digestión deficiente;
  • aumento de peso;
  • dolor de cabeza;
  • problemas para dormir;
  • enfermedad cardíaca.

El exceso de cortisol también se relaciona mucho con problemas emocionales, como la depresión y la ansiedad, y con problemas cognitivos, como el deterioro de la memoria y la reducción de la capacidad de concentración.

Espere a que las relaciones cambien.

Una razón frecuente por la que las relaciones se acaban es que una persona sigue haciendo algo que molesta a la otra. Y es un patrón que se repite sin ninguna resolución, afirma la Dra. Diaz. Si se encuentra en ese tipo de situación, pídale ayuda a un consejero para salir del estancamiento.

Puede que tenga que reconocer que la persona que lo molesta no va a cambiar y decidir aceptarlo. También puede decidir que su relación con esa persona tiene que cambiar o que ha llegado a su fin, afirma la Dra. Diaz.

“Puede dejar de idealizar la relación”, afirma. “La relación no tiene por qué seguir teniendo el mismo tamaño o forma que tenía. Las relaciones pueden y, a menudo, cambian con el tiempo”.


Milly Dawson es colaboradora del servicio de noticias de UHealth.

Tags: comunicación, Dra. Elisa Diaz, habilidades para la vida, relaciones, salud del comportamiento

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